jueves, 26 de febrero de 2009

Guau-guay- a parte

Qué filosóficos nos gusta ponernos a mis amigos y a mí cuando tenemos una mesa y cuatro sillas por delante. Qué barbaridad, la verborrea y el verbo divino que solemos sacar a la palestra. Qué sinceridad, féminas y proyectos de hombre lanzan sus opiniones al aire donde nada queda recogido por desgracia, y debiera, debiera quedarse todo recogidísimo en la mesa, en una mesa que se grabase automáticamente, como con un servicio que trajeran todas las "tables" del mundo, un cuadernillo adjunto a la mesa, con un bolígrafo especial que recogiera conversaciones por escrito y en formato audio, hombre formato audio sí- para escuchar el énfasis absurdidesco de algunos de nosotros en nuestros conocidos "momentos" Cuando más emocionados estamos, mejor nos expresamos y por supuesto la polémica se sirve. Qué grandes momentos cuando la polémica se sirve, nor "jartamos" de reír y de llorar de la risa... se nos olvida quiénes somos y de qué reímos, nos olvidamos hasta de los meses de mayo, agosto y diciembre donde lloramos cual perras porque los exámenes nos agobian... cómo no nos van a agobiar los hijos de puta! si nos pasamos las tardes tocándonos las narices en los bares... y así el resto de la vida igual!

1 comentario:

Matador dijo...

Es cierto todo eso que dices. Si me perdonas el atrevimiento diré que la facultad es la excusa perfecta para que se obre el milagro de aquellas tardes (en pasado porque todas las tardes mueren al llegar la siguiente tarde), y nunca fui más féliz que con vosotros amigos míos. Ójala 20 años después podamos recordar que fue de aquellos días con una sonrisa en la cara. Sólo me sale decir eso. Te quiero, gran amigo, os quiero.