jueves, 27 de noviembre de 2008

Frente a la ventana.

¡Me siento tan bien!

¡Estoy estupendo!

El plato da vueltas en el tocadiscos...el gato está fuera...no hay nada en la sala que repugne mi piel. Si el gato está fuera, todo está equilibrado. No habrá picores, no reacciones, no nada.
Las astillas del marco, me duelen, cuando las claco en mis dedos, cuando paseo la piel por ahí. Pero no paran de clavarse pequeñas astillas, pequeñas y dulces astillas...que hacen que me sienta humanoide, oide, ide, de, e; vocal. Un fondo verde se destaca entre todo, y es que mis pupilas absorven todo...todo el verdor. Incluso veo la hierba crecer, pero hace fresco, y el poco viento que hace mueve los visillos y me rozan la cara.
Se me ha engachado uno en el pequeño mostacho que luzco-no me afeito desde hace días. El repelús que me produce me levanta todos los vellos del brazo; los bigotes del brazo.

Acabo de terminar mi trabajo, el que llevo preparando nueve años. Pero no puedo ponerme a contemplarlo, porque es horroroso, es infame y asqueroso...rojo...y hace que piense en todo lo que voy a tener que limpiar. Menos mal que cuando se decidió comprar la casa, no se puso la tarima flotante, porque toda la sangre se hubiera colado entre tabla y tabla y al final hubieran descubierto la parafernalia. Menos mal que no se han sacado las alfombras caras todavía, y eso que hace ya frío, y que al andar descalzo se duermen los deditos de los pies.

No veo todavía a nadie venir, y me preocupa porque normalmente, por lo que se oye y ve, suelen venir antes. Creía que eran más profesionales, pero este caso les costará más, porque he borrado toda huella que pueda inculparme. Todo rastro se borró, y ¡fiú! menos mal que el suelo...no es de madera. Se hubiesen dado cuenta enseguida de todo. Aunque creo que del mocho no se va a quitar la mancha, y aún estoy dudosa de limpiarlo del todo o tirarlo. Eso sí, seguro que tira la fregona y me preguntan por qué. Es que nunca puedo tomar las decisiones yo mismo. Y ellos no tienen por qué saberlo todo tampoco...es más entretenido el acto de engañar, de urdir un engaño, que el de encontrarlo, porque así podré ser más inteligente la próxima, y hacer de estas habitaciones el reino y asiento de la trampa escondida, de la verdad al público, de la materialidad.
Pero es cierto que si nadie sabe que hay mentira...nada más que yo...entonces no habrá mentira, sino verdad para todos, y no podré gozar del gusto de la mentira.

Prefiero no mentir; cuando vengan mis hijos, les digo que el pollo es casero del todo, y que lo he tenido que limpiar yo misma, pero que en mitad de la faena se me cayó todo al suelo, los desperdicios, el pellejo, las plumas...y la sangre. Por eso me gusta abrir la ventana y mirar por ella cuando vienen, y es por eso que huele así en la cocina y el salón, que están contiguos. Así no tengo que mentirles y podré madarlos a por un mocho nuevo. Mientras le pediré a mi hija mayor que me explique el uso del masculino y femenino cuando escribo.

¡Qué alivio poder decirles que hoy no hay pollo, sino gato!