martes, 6 de septiembre de 2011

Atardecer y Amanecer.

No importa el saber
cuando la vida duerme.
Todos los versos,
las restas y rimas
mueren cuando se cierran los cuadernos.

Son inútiles las notas,
informes, tratados.
Porque si el sol no toca
ninguna parte de mi rostro,
si el día no precede a la noche
ni el demonio me persigue,
no merece la pena,
no tiene valor,
no existe esfuerzo,
que me haga respirar.

Sin embargo, todo lo sé
y con seguridad.
Todos los versos cantan verdades
y los números vuelan
de palabra en palabra.
Y todo lo que el sol lame
se convierte en bello y en paz;
las noches son tiernas
y estrelladas aún tras las nubes,
que tal oscuridad provocan
en las almas, incrédulas,
ciegas.

Tras las cortinas, te veo
y respiro-té. Quiero-té
Hierve-más.
Dormir-hemos. Juntos.
Habremos leído, aprendido,
llorado, de nada me acuerdo.
Porque ha sido tanto
lo que contigo he vivido
que...
muero y vivo.