jueves, 26 de febrero de 2009

Guau-guay- a parte

Qué filosóficos nos gusta ponernos a mis amigos y a mí cuando tenemos una mesa y cuatro sillas por delante. Qué barbaridad, la verborrea y el verbo divino que solemos sacar a la palestra. Qué sinceridad, féminas y proyectos de hombre lanzan sus opiniones al aire donde nada queda recogido por desgracia, y debiera, debiera quedarse todo recogidísimo en la mesa, en una mesa que se grabase automáticamente, como con un servicio que trajeran todas las "tables" del mundo, un cuadernillo adjunto a la mesa, con un bolígrafo especial que recogiera conversaciones por escrito y en formato audio, hombre formato audio sí- para escuchar el énfasis absurdidesco de algunos de nosotros en nuestros conocidos "momentos" Cuando más emocionados estamos, mejor nos expresamos y por supuesto la polémica se sirve. Qué grandes momentos cuando la polémica se sirve, nor "jartamos" de reír y de llorar de la risa... se nos olvida quiénes somos y de qué reímos, nos olvidamos hasta de los meses de mayo, agosto y diciembre donde lloramos cual perras porque los exámenes nos agobian... cómo no nos van a agobiar los hijos de puta! si nos pasamos las tardes tocándonos las narices en los bares... y así el resto de la vida igual!

martes, 24 de febrero de 2009

Cuca-mona Piénsatelo bien---

¿Cuándo se le ocurre a uno pensar?
Cuando uno no tiene tiempo que dedicarse, y debe por tanto empeñar ese esfuerzo intelectual en pos de otros esfuerzos mundanos. Cuando uno se olvida de pensar, pasa una semana, por ejemplo, y has dejado de pensar porque el maldito estrés te ha invadido, aducido y dominado, recuerdas que solías pensar. Es justo en ese momento cuando desempolvas tu caja de recuerdos, tu propia mente, que tan fiel te ha sido durante tanto tiempo, y te trae vagos recuerdos de siempre, y de nunca.
¡Qué pocos placeres nos dedicamos los inmortales en nuestra mísera vida!
La lectura...la música... la vaga y demente poesía... el absurdo teatro... Pero nunca, nunca prescindimos de la maldita cultura ni aunque nos dependiera la vida en ello. Preferimos asomarnos a barrancos, y vislumbrar desde lo más escarpado y abrupto, cuán imbéciles somos. Y no nos fiamos de nosotros mismos, la seguridad de nuestros cuerpos no nos deja sobrevivir, preguntamos, -Oye, ¿te parecería bien esto?- o - Mira he estado pensando que tu opinión es importante para mí...- y un cara** bien gordo. No nos importa nada en absoluto. Sólo queremos creer que nuestro trabajo esta respaldado en caso de que falle, no porque no seamos capaces de defendernos ante las adversidades, sino que simplemente decidimos no enfrentarnos a la adversidades en sí. No queremos encontrárnoslas, igual que cuando oímos una cucaracha andando por el cuarto en la más absoluta inmensidad insonorizada de la noche. Porque sabemos que vamos a tenernos que levantar a matarla, a perseguirla porque claro, no la encontrarás nunca a la primera, tendrás que perseguirla, rastrearla, buscarla, y finalmente matarla. Pobre Grego.

Pero después te paras y piensas, de nuevo, después de llevar la susodicha semana sin haber movido una neurona- ¿Y si se me sube por el edredón y se me pone en la mano?- o mejor aún - ¿y si me toca la boca?

Por favor, que disgusto; te calzas, te pones los anteojos (sino tu búsqueda se resume en ni siquiera encontrar las alpargatas) y allá vas, con zapatilla en mano cual Dr. Livingstone y rifle en ristre. En su maldita búsqueda, todo porque ella sabe que no vas a poder dormir y que su sacrificio te despertará de tu letargo de nopiensoporquenomedalagana y te pondrás al día siguiente a escribir un blog sobre lo mal que lo has pasado la noche anterior persiguiéndola. ¡Qué jodía! He caído en su maldita trampa. He pensado porque una cucaracha me ha despertado in the middle of the night. Bueno, pensaré otras situaciones que me obliguen a pensar, por ahora, voy a ver la tele, que a estas alturas de la semana es pronto para pensar tanto. Además, que piensen otros, los ministros por ejemplo. Que deben de pensar mucho.